Wittgenstein: decid a los amigos que he sido feliz

 

Ludwig Wittgenstein, fotografiado por Norman Malcom en 1939 en Cambridge (imagen del libro Ludwig Wittgenstein, de ray Monk).-

La serie Mitologías de Manuel Vicent  del diario El País, publicaba esta semana la semblanza de Ludwig Wittgenstein.

Una tragedia no es que se muera tu abuela a los 85 años en una mecedora, sino soportar dos guerras mundiales en tu propia casa y que durante la paz se suiciden a tu alrededor varios hermanos y a uno de ellos, pianista de gran fama, tuvieran que cortarle un brazo. Karl Wittgenstein, judío vienés converso, rey del hierro y del acero, heredero de una dinastía de grandes financieros del imperio austrohúngaro, tuvo con su mujer Leopoldine ocho vástagos, cada uno más tronado: Kurt, Helene, Rudi, Hermine, Hans, Gretl, Paul y Ludwig. Fue una familia marcada por la locura y el dinero en una época en que la dulzura de los violines del Danubio comenzó a ser sustituida por los timbales de Wagner y estos terminaron siendo los cañonazos, que reducirían a escombros el pastel de dioses, atlantes y ninfas de mármol del fastuoso palacio de los Wittgenstein en Viena donde en tiempo de esplendor se daban cita Sigmund Freud, los músicos Brahms, Strauss y Mahler, el pintor Klimt, el poeta Rilke, el escritor Robert Musil y otros seres divinos atraídos por la mano dadivosa del mecenas.

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En la Biblioteca de T·I: Diarios secretos

 

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